Ficha Doce del Patíbulo 2: La Siguiente Misión

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Críticas de Doce del Patíbulo 2: La Siguiente Misión (1)


Mad Warrior

  • 11 Apr 2024

1



No tienen experiencia militar, ni conocen el significado de la disciplina, ni pertenecen a ninguna patria, ni el destino del Mundo les importa, pues el suyo está próximo a acabarse...
Lee Marvin (que está aquí, escuchando mi perorata): “-Vaya, esto me resulta familiar“.

Es lógico que le resulte familiar, es una historia que ya ha sucedido. Aunque plagiase descaradamente la premisa de “Secreta Invasión“, “Doce del Patíbulo“ se alzó como una de las más aplaudidas películas bélicas de la Historia, un “tour de force“ implacable donde se desmitificaban los códigos del género al tiempo que se rendía tributo a los clásicos de aventuras; la hazaña del mayor Reisman respiraba frescura, aspereza, dureza. El motivo de mi encuentro con el título que nos ocupa fue gracias a (o por culpa de) mi curiosidad por explorar en los extras de la edición especial en DVD de la película de Robert Aldrich.
Para mi sorpresa una secuela se incluía en el segundo disco. Extraño. Una secuela de “Doce del Patíbulo“, tal vez la menos requerida de todos los tiempos, y mi interés en cómo una cosa como esta acabó produciéndose iba descendiendo al tiempo que avanzaba el metraje y mi hígado se convulsionaba. Lee Marvin, envejecido, sin ganas, sin saber muy bien dónde está ni por qué, repite su famoso papel, y Ernest Borgnine le ordena participar en otra misión, idéntica a la de la entrega anterior, que, para concienciar al espectador del nivel de ridículo al que se llega, es ideada por los oficiales del ejército durante un partido de golf.

A partir de aquí, y después de un reclutamiento copiado de la original (aunque entre ellas haya dieciocho años de diferencia sus tramas están separadas por unos meses tan solo), lo que estamos viendo es una especie de parodia. Lo que Aldrich sabía tratar con humor aquí se desbarata en manos de un Andrew McLaglen que pese a situarse en una década donde el cine bélico y de aventuras de corte clásico estaba ya algo obsoleto, él seguía insistiendo con grandes producciones llenas de estrellas. No es el caso. Su torpe dirección se da de bruces con un reparto mediocre hasta la extenuación.
Aldrich acumulaba actores geniales en pantalla interpretando a interesantes personajes y todo fluía a la perfección. McLaglen pone a los viejos y desubicados Marvin, Borgnine y Richard Jaeckel junto a actores jóvenes de medio pelo pésimamente dirigidos, y así, durante su preparación para la misión, el film ha pasado a ser una repulsiva versión bélica de “Loca Academia de Policía“, con Reisman convirtiéndose en el remedo del capitán Harris. Y dicha misión que debe ejecutar esa troupe de idiotas, a quienes se les intenta dar unas intrahistorias bastante típicas, es también de órdago: hay que asesinar a un oficial alemán que quiere asesinar a Hitler; yo, personalmente, no entiendo este embrollo...

Se supone que el objetivo de cualquier nación aliada en aquella 2.ª Guerra Mundial era el canciller alemán...pero el general Worden decide, así porque sí, que éste debe vivir y que el oficial que planea asesinarle debe morir. El guionista, Michael Kane, pensó en algo original y complejo y al final le salió este sinsentido; el director remata la faena con una realización sin estilo alguno, una factura técnica plana y mediocre y un ritmo tediosísimo, dejando caer algunos de los peores diálogos del género bélico que jamás haya escuchado un servidor. Y es que el argumento, que quiere circular rápido pero se estanca sin remedio, utiliza el desvarío como único motor de la acción.
Kane, en las páginas, pretendería hacer humor, pero en pantalla es todo comedia involuntaria, y lo demuestran situaciones tan patéticas como: hacer cruzar a Dregors (claro, antes estaba Jim Brown, y aquí hay que poner a otro actor negro, muy original) frente a un destacamento de soldados alemanes con un vendaje en la cara, que todo el equipo vaya a bordo de un Mercedes por la Francia ocupada o, ya el colmo de los colmos, que en mitad del tiroteo climático con los soldados del führer éstos se pongan a tocar un piano que han encontrado dentro del ferrocarril que habían de asaltar.

Si figurase en los créditos “Dirigido por: Blake Edwards“ aún me creo estas ocurrencias, pero esto no es una comedia, no debe serlo. Ya sufre la película bastante a nivel técnico, visual, interpretativo y narrativo como para además hacerle descender al fango con “gags“ sin gracia.
¿Y el falso giro que quiere dar el protagonista a todo mintiendo acerca de un supuesto cargamento de oro para convencer a su equipo?, ¿y las cuarenta vueltas que da la historia antes de esa conclusión estúpida?, ¿a qué vienen estos enredos? Increíblemente, vayan ustedes a saber la razón, surgirían dos secuelas más para televisión; los perpetradores de tal afrenta deberían haber sido ejecutados como se les prometía a los hombres de Reisman...



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